
Ya me duele el cuello, la espalda y el alma
No es solo mala postura. Es la forma en que el trabajo está afectando tu cuerpo, sin que nadie lo note.
Al principio era solo un hormigueo.
Luego un dolor de espalda leve. Después, rigidez en el cuello.
Hasta que una mañana desperté con la mandíbula trabada.
El médico lo dijo sin rodeos: tensión crónica, estrés físico acumulado, mala ergonomía, carga emocional.
Y no, no trabajo cargando cosas pesadas.
Trabajo sentado. O mejor dicho: encorvado. Por ocho, diez, doce horas al día.
Según el IMSS, más del 60 por ciento de las incapacidades temporales están relacionadas con dolores musculoesqueléticos.
Y muchas de esas personas no están en fábricas. Están en oficinas, escritorios, call centers o frente a una computadora en casa.
¿Por qué nos duele?
• Sillas que no ajustan
• Mesas con mala altura
• Monitores mal ubicados
• Jornadas sin pausas
• Estrés que se acumula en la nuca, espalda, mandíbula
La postura se vuelve castigo.
El cuerpo habla. Pero en el trabajo, pocos lo escuchan.
¿Qué puedes hacer?
• Ajusta el monitor a la altura de tus ojos
• Usa soporte para espalda baja
• Toma pausas activas cada hora
• Estira cuello y hombros durante la jornada
• Si tu empresa no proporciona silla ergonómica, puedes exigirla
• Si el dolor persiste, acude al IMSS o un especialista
El dolor no es parte del contrato.
No se vale normalizar que un trabajo te quite el movimiento, la postura o el descanso.
Tu cuerpo también trabaja. Y también merece cuidado.
Nunca falto al trabajo… pero siempre estoy enfermo
Ir a trabajar enfermo no es compromiso. Es un sistema que te niega el derecho a cuidarte.
Siempre iba.
Con fiebre, con gripa, con tos.
Me automedicaba. Me tapaba con bufanda. Me arrastraba a la oficina.
“Qué profesional”, me decían.
Hasta que un día me desmayé.
Y ahí nadie habló de compromiso. Solo de “irresponsabilidad”.
Esto tiene nombre: presencialismo enfermo.
Es ir a trabajar cuando deberías estar en casa. Y aunque parezca lealtad, es desgaste.
Del cuerpo, del sistema inmune, de la salud mental.
Según la Organización Internacional del Trabajo, el presencialismo reduce hasta en 30 por ciento la productividad, aumenta errores y propaga enfermedades entre compañeros.
Pero eso no es lo peor.
Lo peor es que se premia.
¿Por qué lo hacemos?
• Porque tememos perder el empleo
• Porque no hay cobertura médica
• Porque descuentan el día
• Porque no se confía en la incapacidad
• Porque está mal visto faltar
¿Qué puedes exigir?
• Derecho a incapacidad médica sin represalias
• Que el patrón respete y reconozca las incapacidades emitidas por el IMSS
• Políticas claras de reposo ante enfermedades contagiosas
• Acceso real al sistema de salud
• No ser castigado con presión, burlas o pérdida de oportunidades por faltar cuando es necesario
No se trata de flojera.
Se trata de salud pública.
Y ningún sueldo justifica el deterioro silencioso de tu cuerpo por ir a trabajar con fiebre.
Comer en 10 minutos y sin masticar
Si almorzar se convirtió en una carrera contra el reloj, no es eficiencia. Es abandono.
Tenía media hora para comer.
Pero si bajaba tarde, ya no había mesa.
Si me tardaba, me reclamaban.
Si comía en el escritorio, me sentía mal.
Así que aprendí a tragar, no a masticar.
En México, millones de trabajadores no tienen tiempo suficiente para alimentarse bien.
Y no hablamos de elecciones personales. Hablamos de condiciones laborales.
Comer en 10 minutos frente a una pantalla no es comer.
Es sobrevivir al turno.
¿Qué provoca esto?
• Gastritis
• Ansiedad
• Malnutrición
• Fatiga crónica
• Dolores estomacales
• Aumento o pérdida de peso descontrolada
Y, a largo plazo, enfermedades metabólicas que se pudieron prevenir con algo tan básico como tiempo y un lugar para comer.
¿Qué puedes hacer?
• Exigir al menos 30 minutos de pausa efectiva, sin interrupciones
• Usar ese tiempo fuera del escritorio, lejos del correo
• Llevar comida balanceada o pedir con anticipación
• Si eres patrón o supervisor, respeta el derecho a comer dignamente
• Si te descuentan tiempo de comida, documenta y consulta en Profedet
Tu alimentación no debe ser un lujo.
Y comer rápido para no perder el trabajo no es una opción sana.
Es una renuncia silenciosa a tu salud.
Tienes derecho a sentirte mal
En el trabajo, siempre se puede tener una gripe. Pero nunca un día malo. Eso también es violencia.
Un día no me quería levantar.
No por flojera.
Porque el cuerpo estaba pesado, pero la cabeza más.
Me costaba concentrarme, no soportaba las juntas, lloraba sin motivo.
Y en lugar de pedir ayuda, me forcé a ir.
Ese día lo perdí todo: energía, ánimo, y respeto por mí mismo.
En los centros de trabajo hablamos de productividad, pero no de tristeza.
Y si un compañero tiene fiebre, lo mandan a casa.
Pero si tiene ansiedad, le dicen que “le eche ganas”.
La salud mental sigue siendo un tabú en el empleo.
Y eso, en sí mismo, es una forma de violencia estructural.
¿Qué derechos existen?
• Puedes solicitar incapacidad por diagnóstico psicológico emitido por IMSS o médico particular
• Tienes derecho a trabajar en un ambiente sano, sin hostigamiento
• A partir de la NOM-035, los patrones deben detectar y atender riesgos psicosociales
• Tienes derecho a no justificar “tener un mal día” como si fuera debilidad
¿Qué puedes hacer?
• Acércate a un profesional de salud mental
• Usa tus días de descanso cuando lo necesites
• No te disculpes por sentirte abrumado
• Si hay represalias por temas de salud emocional, puedes denunciarlo
• No minimices lo que estás sintiendo
Estar triste no te hace menos profesional.
Te hace humano.
Y mientras no se hable de eso en el trabajo, muchos seguirán sufriendo en silencio.
Hasta que ya no puedan más.